miércoles, 11 de mayo de 2016

Actividad 5 Crónica


Del amor al odio… [i]


Después de casi diez años, me reencontré con un amigo de la secundaria. No era cualquier amigo, se trataba del mejor de todos.


Superada la emoción nos dispusimos a ponernos al tanto de la vida del otro, que habíamos hecho, si estábamos casados, si teníamos hijos, donde trabajábamos, si vivíamos en el mismo lugar, y por supuesto ¿qué habíamos estudiado?


-¡No me digas!-me dijo él- déjame adivinar. ¡Eres administradora!


-No


-¿Actuaria?


-¿Qué? ¿Yo? ¡Claro que no!


-¡Arquitecta!


-¿Cómo crees? Si yo y las matemáticas no nos llevamos muy bien. Son aburridas, no las entiendo, simplemente no me gustan. Es más, siempre pensé estudiar algo que no tuviera nada que ver con matemáticas.


-¿Me estás hablando enserio? ¡Tú eras la mejor en matemáticas! Te gustaban y siempre nos ayudabas con lo que no entendíamos. ¿No te acuerdas que nos sentaban por promedio y tú ibas hasta adelante? Pero bueno, ¿entonces que estudiaste? Porque creo que nunca voy a adivinar.


-Estudie literatura.


Dejamos por la paz esos escabrosos temas y pasamos un largo rato recordando anécdotas divertidas, a nuestros ex compañeros, los que nos caían bien y aquellos que no soportábamos. Recordamos a nuestros profesores, reímos mucho y nos despedimos con la firme promesa de no volver a perdernos la pista.


¿La verdad? ¡Era cierto! Desde que era una niña me la pase imaginándome rodeada de números. Quería ser la cajera del súper que siempre hacia cuentas con una calculadora enorme, la cajera del banco que pasaba sus días contando. Quería ser arquitecta, o mejor aún ¡contadora! Y tener una oficina con calculadora y grandes libros donde tendría que sumar y restar cosas todo el tiempo.


Recuerdo que en tercero de primaria nos enseñaron las tablas de multiplicar. Cada tabla escrita y repetida cien veces para poder memorizarlas. Cuando el maestro Adolfo iba a hacernos el examen de tablas les compartí a mis compañeros un truco infalible. No tenían que aprenderlas de memoria, si sabían el resultado de, por ejemplo, 9×1, lo único que necesitarían eran sus dedos. El primer resultado era 9, entonces ahora teníamos que contar 9 dedos y obtendríamos el resultado de 9×2, y así sucesivamente. Poco a poco fuimos dejando los dedos de lado y ya las habíamos dominado. El maestro Adolfo reconoció el éxito de nuestro plan y vio que resultaba más simple que tantas planas.


Para hacer notación desarrollada les compartí el truco de escribir arriba de la cantidad las iniciales de unidad, decena, centena, unidad de millar, decena de millar y así sucesivamente. Recuerdo que a la profesora Leticia le pareció una de las mejores ideas e incluso me enseñó a colocarlo con colores.


Lo mismo pasó con los métodos de comprobación de operaciones básicas. No entendía porque teníamos que hacer un procedimiento tan largo, si había formas más simples de comprobar que el resultado era correcto, y finalmente ¡eran matemáticas! Aquí no había espacio para la percepción, era correcto o no, así de simple.


Y así pase por la primaria y la secundaria. Me apropie de las matemáticas de una forma especial, y juro que no hay una gota de presunción en lo que diré, pero estoy segura que al menos en los grupos en los que estuve, nadie lo hizo mejor que yo. Pase de la aritmética al algebra sin ningún contratiempo.


En la preparatoria las cosas comenzaron a cambiar. En la secundaria vimos muy poco de algebra, monomios y polinomios. En la preparatoria mi profesor me reprobó en innumerables exámenes por no apegarme al método que él nos enseñó. No importaba que mi resultado estuviera bien, que colocara el procedimiento completo y justificara las respuestas. Siempre estaba mal. Y así, fueron avanzando los temas, yo me fui perdiendo en los métodos y también… se fue perdiendo mi gusto por las matemáticas. Maldita materia que estuvo a punto de conseguir que me quedará un año más en la preparatoria. Y fue justamente cuando la libre que decidí que nunca más quería saber nada de las matemáticas.


No culpo al profesor de eso, creo que los dos cooperamos, pero pienso que como docente no puedes negarte a reconocer las aptitudes que tienen tus alumnos. Sin duda todos somos portadores de un talento, y creo que las personas que se encuentran dedicadas a la docencia tienen la gran oportunidad de detectar estas aptitudes y trabajarlas para que se conviertan en fortalezas que generen nuevos conocimientos.


Sabemos que el orden social y las instituciones tienen el papel de regular. El currículo y la forma de enseñanza cumplen justamente este papel regulador y es importante apegarse a él para fines pedagógicos y prácticos, pero, también es necesario someter a nuestro criterio algunos aspectos, como, considerar las aptitudes de los alumnos.


El orden social se mantiene a través de entidades políticas y económicas que se encuentran institucionalizadas y tienen un carácter válido para los miembros de esa sociedad. En el texto de Berger y T. Luckman, se mencionan un ejemplo importante, ¿por qué no pedir consejo financiero al doctor y al contador información acerca de ciertos malestares? La respuesta es simple. Reconocemos a un especialista y nuestro orden social responde a que ese especialista es la persona que en determinado momento puede ayudarnos. Y aquí justamente el docente es el especialista.



[i]Texto de apoyo: P. Berger y T. Luckman, La construcción social de la realidad. Los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana, recuperado dehttp://leip.upnvirtual.edu.mx/aula/mod/resource/view.php?id=2486

2 comentarios:

  1. Me pareció muy interesante el relato, en lo personal creo que todos nacemos con la capacidad de realizar muchas cosas, algunas de una forma natural que otros, pero creo que no es presunción efectivamente tú tenías la predisposición a las matemáticas al igual que a la literatura, sólo que la última no fue un conflicto, y el primero se convirtió en un conflicto con el profesor de matemáticas que fue entendido como hacia las matemáticas. Creo que lo más importante de rescatar es precisamente entender y reconocer las potencialidades de los estudiantes más allá de la percepción y hasta del ego.

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  2. Me pareció muy interesante el relato, en lo personal creo que todos nacemos con la capacidad de realizar muchas cosas, algunas de una forma natural que otros, pero creo que no es presunción efectivamente tú tenías la predisposición a las matemáticas al igual que a la literatura, sólo que la última no fue un conflicto, y el primero se convirtió en un conflicto con el profesor de matemáticas que fue entendido como hacia las matemáticas. Creo que lo más importante de rescatar es precisamente entender y reconocer las potencialidades de los estudiantes más allá de la percepción y hasta del ego.

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